JOSÉ JUAN PACHECO RAMOS

Mi nombre es José Juan Pacheco Ramos y nací en el puerto del Callao, Perú, un sábado a las 10 y 10 de la mañana. Crecí en Miraflores, en un edificio que aun existe, cholo entre los gringos, amigo de las nubes y de los gallinazos, lector insaciable de libros abandonados, acróbata de altura en mi cuarto piso nocturno, maravillado por la radio de bakelita, el rumor eterno de las olas marinas y por el rugido nocturno de los leones del zoológico de Barranco. A los 13 años me enfermé de amor. Nunca hablé con ella, dulce colegiala de un colegio de monjas y aún me estremezco cuando la recuerdo. Luego llegarían los años en la centenaria Universidad de San Marcos, en donde conocí la actividad política estudiantil en tiempos de dictadura -y los calabozos de Seguridad del Estado-. Después, he vivido en algunos países europeos, aprendido un par de lenguas, obtenido un par de diplomas, sembrado un par de bananos, tenido un hijo y escrito un par de libros.

Mi país se llama Perú con su Océano Pacífico pletórico de peces voladores, su desierto ardiente con las enigmáticas Líneas de Nazca, sus fructíferos Andes con Machu Picchu y Kuélap, con sus valles y ríos infinitos, sus punas plenas de ichu y de vicuñas donde reina el cóndor majestuoso, su cielo serrano tachonado de millones de estrellas en la noche callada, con las tupidas y feraces selvas del Amazonas, rupa rupa y omagua que son el pulmón del mundo. Es el país de los peruanos, de todas las sangres humanas y divinas, hombres y mujeres amantes de la tierra, creadores del quechua, del aymara, del mochika, del pukina y de incontables lenguas selváticas, con una visión del mundo propia, en armonía con la naturaleza, la tierra, el agua, el sol y el cielo. Cuando los peruanos de todas las sangres recuperemos nuestra cultura, nuestras lenguas, nuestra historia, cuando comprendamos que el Perú será cholo o no será, cuando todas las lenguas y tradiciones culturales de nuestro país sean respetadas, cultivadas y amadas, sólo entonces habrá culminado la actual noche y estaremos en el país de las maravillas.